“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en Su templo”.

 

Salmos 27:4.

 

 

 

“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”.

 

Salmos 91:1.

 

 

 

“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.

 

Mateo 6:6.

 

 

 

“...¿No has podido velar una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.

 

Marcos 14:37-38.

 

 

 

“En aquellos días Él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios”.

 

Lucas 6:12.

 

Por favor, note que la semilla en el ejemplo de ayer cumplió parte de su propósito. Germinó, creció, se desarrolló, pero aún no dio fruto. No obstante, su potencial no se desarrolló totalmente porque no se extendió al potencial máximo que liberan las semillas. Porque la semilla fracasó en reproducirse, a la siguiente generación de árboles le robaron la vida, en consecuencia afectó a toda la raza humana y a toda la creación. Este es el impacto cuando un elemento de la naturaleza retiene su verdadero potencial y rechaza desarrollarse al máximo.

 

Trágicamente hay millones de personas que existen con “vidas sin semilla”. Fueron concebidas, crecieron y se desarrollaron. Se vistieron, tuvieron olor bueno y una buena apariencia, e incluso pretendieron ser felices. Sin embargo, no tuvieron sentido de su responsabilidad generacional. No tienen idea de su deber para el futuro. Ningún hombre vive o muere para sí.

 

Cuando una semilla extiende su potencial a la máxima potencia, no solo alimenta a la próxima generación sino que también garantiza su continuación por medio de las semillas del futuro.